Dentro de la serie de cuentos de Arturo Uslar Pietri encontramos este: "La Pipa"
LA REPISA
Por Andrea V. Arenas
Sólo él podría haberme hecho esto.
Me llevó a conocer a un tipo miserable. Un ser soberbio y autoritario que mataba a golpes hasta las menores rebeldías, y fumaba.
Me hizo acompañar a aquel que altivo se ufanaba cuando a su paso los hombres se ponían de pie y se quitaban los sombreros.
Tuve que soportar a ese individuo inmundo que se regodeaba en el placer de estrenar cada noche una hembra recién fregada por un peón, para despacharla al día siguiente sin más.
Me obligó a convivir con un sujeto que jugó con una mujer a la que manipuló para conseguir aquello que le obsesionaba – sólo porque no podía tenerle- , para después desecharla como un bulto.
Sólo él se atrevió a entregarme a alguien que a través de otro mira lo que fue, sin arrepentimiento, más bien con la delicia de recordar y el pesar de no poder seguir siendo lo que fue por culpa de la vejez.
Nadie más que él pudo conferir a un objeto tanta importancia en la vida de este engendro.
Me llevó a conocer a un tipo miserable. Un ser soberbio y autoritario que mataba a golpes hasta las menores rebeldías, y fumaba.
Me hizo acompañar a aquel que altivo se ufanaba cuando a su paso los hombres se ponían de pie y se quitaban los sombreros.
Tuve que soportar a ese individuo inmundo que se regodeaba en el placer de estrenar cada noche una hembra recién fregada por un peón, para despacharla al día siguiente sin más.
Me obligó a convivir con un sujeto que jugó con una mujer a la que manipuló para conseguir aquello que le obsesionaba – sólo porque no podía tenerle- , para después desecharla como un bulto.
Sólo él se atrevió a entregarme a alguien que a través de otro mira lo que fue, sin arrepentimiento, más bien con la delicia de recordar y el pesar de no poder seguir siendo lo que fue por culpa de la vejez.
Nadie más que él pudo conferir a un objeto tanta importancia en la vida de este engendro.
Sí, sólo él. Sólo Arturo Uslar Pietri pudo condenarme a seguir junto a un anciano repugnante cuyas manos nervudas me acarician sin cesar y cuya boca me quema tanto o más como la impotencia de escapar, pues no soy más que una “Pipa”.