Continuamos con este relato, "Día Séptimo", también de Arturo Uslar Pietri.
LA REPISA
Por Andrea V. Arenas
Conforme la nube de polvo se va disipando consigo verle; ahí está, tirado en el piso, tiritando…
José llegó callado y tembloroso, prendido en calentura…
El viento me golpea, con la mano trato de proteger mis ojos…
De un empujón despiertan a José para ir al ordeño, en la Cazalbera, atento al canto del ordeñador para soltarle el becerro adecuado y librarse de un vergazo.
La tierra vuelve a levantarse con fuerza…
Le ofrecen un cocimiento, está muy débil para hablar, pero lo agradece con los ojos. El frío le atravesaba las carnes como las espinas del naranjo cuando el amo lo castigaba obligándole a cantar como arrendajo, trepado por horas en el árbol.
Pero eso fue antes, ahora sale a caballo de madrugada y vuelve por la tarde venga sol o venga agua.
Se levanta una polvareda espesa al paso de los novillos arreados por José. Le acompaño también por el sesteadero de los Alcornoques, por el paso de la Iguana, por Corozo Pando y la pulpería del Carmen. A La Villa, no.
Ya no sentimos ni los pies, ni las manos. No son nuestros. El cuerpo helado. Todo gira y zumba…
Otra vez el viento y el polvo…
Sobrecogida por la rudeza del ascenso entre los hombres del campo, termino de leer esta historia de Arturo Uslar Pietri sobre José la Cruz, un peón marrereño, antes peón sabanero y becerrero, que no pudo llegar al “Día Séptimo” y a La Villa.
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