Ahora comenzamos una serie de tres cuentos de Gabriel García Márquez. Este primero es "Los funerales de la Mamá Grande", que forma parte del libro del mismo nombre.
LA REPISA
Por Andrea V. Arenas
La noticia de “Los funerales de la Mamá Grande” me sorprendió como a las 10:00 de la mañana entre notas por corregir y audios que cotejar.
Las denuncias contra Mouriño, los mexicanos vinculados a las FARC y la agenda presidencial no pudieron competir con el vasto léxico de Gabriel García Márquez, que en un ir y venir hacia atrás relata este acontecimiento de dimensiones descomunales.
Fue una tortura transitar por las calles de Macondo, repletas de vendedores de suculenta comida colombiana como morcillas, chicharrones, empanadas, caribañolas, pandeyuca, almojabanas y arepuelas, entre mucho más, que demeritaron totalmente hasta el entusiasmo con que fue preparada mi aromática taza de café, que no logró mitigar el hueco que comenzaba a formarse en mi estómago alrededor del mediodía.
Me contagié de la excitación general de los preparativos para la gran despedida y me perdí en la interminable lista de personalidades y personajes populares que se dieron cita para el evento.
De la presión de “subir” a tiempo programas y noticieros, me rescató la ironía representada en el protagonismo de la Mamá Grande, aún muerta, y de todo cuanto le rodea.
Pese a las grotescas interrupciones propias de la jornada, “Los funerales de la Mamá Grande” me tomó de tajo para zamparme en la exuberancia de la mayor aportación literaria de Don Gabo: su Realismo Mágico.
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