jueves, 29 de enero de 2009

"Más Continuidad de los Parques"

A manera de examen se nos asignó cambiar el punto de vista y el tono de “Continuidad de los Parques” de Julio Cortázar. Sugiero leer antes el cuento de Cortázar para que encuentren el sentido del mío.

"Más Continuidad de los Parques"

Por Andrea V. Arenas

Ella siguió corriendo por el sendero arbolado hasta quedarse casi sin aliento, se quitó el pelo de la cara y sintió tanto el dolor de las pequeñas heridas que le dejó el roce con las ramas, como el de la desolación.

Acuclillada al pie de un roble sacó de entre el pantalón y su espalda uno de los dos únicos ejemplares de una novela. La abrió justo en la parte en la que Él se sienta en su sillón de terciopelo verde a leer.

El crujir del follaje y el silbar del viento la agitaron de nuevo, pero consiguió sostener el manuscrito y entonces se sintió observada, incluso manipulada; sin embargo, así debía ser.

Con manos temblorosas fue más atrás en la historia: en el tiempo en que el ardor, la devoción y el ansia de hace unos momentos con su Amante le habían pertenecido a Él. Habían jurado que sólo ellos terminarían con su relación: cuando no hubiera nada más que hacer, se asegurarían de seguir siempre juntos...

El plan fue minuciosamente articulado, sabían dónde estar y qué hacer. Pronto acabaría; se cumpliría el juramento...

Un puñado de hojas cayó en torno suyo creando imágenes multicolores por la luz que se filtraba entre los árboles. Aspiró el aire frío; era tiempo ya; alzó la cara, envió un “perdón” a su Amante y un “hasta pronto” a Él antes de esparcir su cerebro en la corteza del roble...

- “Hasta pronto”-, respondió el hombre aún sentado en su sillón de terciopelo verde; admiró una vez más la vista del parque de los robles y suspiró. No esperó mucho, la puerta a sus espaldas ya se abría. Antes de que el Amante lo apuñalara, Él alcanzó a entregarle la novela; mentalmente le dio las gracias y deseó que entendiera...

"Hermanas"

En “La Señorita Cora” de Julio Cortázar observamos, además del punto de vista, el tono de la narración y también tuvimos que aplicarlo.


"Hermanas"
Por Andrea V. Arenas

Viéndola tumbada en la cama escribiendo en su diario, Rebeca pareciera la típica chavita de 14 años que se revienta con los amigos y todo. En realidad no entiendo qué tanto puede estar garabateando si siempre está rodeada de neonerds; según ellos se puede cumplir con tareas y obligaciones y al mismo tiempo pasarla bien, ¡ja!. Lo cierto es que esa puede ser una ventaja para ella en esta situación, bueno, no creo, yo soy la mayor, por un minuto, pero mayor al fin y al cabo. ¡Demonios!, ya está Renata criticándome como de costumbre. Claro, se siente muy segura por su minuto, ese condenado minuto que cada que puede me echa en cara para lucirse ante sus amigas y humillarme. Aunque esta vez no creo que le sirva de mucho porque la decisión no depende de ella. Además es una irresponsable, se la pasa enfiestada y qué facha: pelo morado, ropa deslavada y rota, uñas negras, zapatos de Frankenstein, ¡o sea!, me da vergüenza verme reflejada en ella, lástima que somos idénticas. ¡Cómo quisiera tener mi propio cuarto!, detesto cuando muerde la pluma mientras decide la mejor forma de “¡expresar sus sentimientos!”. Rebeca es una cursi de lo peor. Ha de andar por las nubes pensando en su Patricio, yo no podría nunca fijarme en un tipo como él; está guapo, nada más. Patricio es todo un galán, su cara me fascina, Renata jura y perjura que es un esperpento pero yo sé que en el fondo le gusta, lo que pasa es que ella insiste en hacerse la freak. Apuesto a que ahora mismo, desparramada en la cama con su ipod y el pie y la mano al parecer a ritmo de rock, en realidad está escuchando a Yahir o alguno de esos... ¿Y si pasara algo feo este fin de semana que no estarán mis jefes?, supongo que tendré que proteger a Rebeca, la pobre no sabría qué hacer. Es una buena bronca, pero no hay de otra, soy la mayor, es mi hermana y ni modo. De cualquier forma me pondré enérgica, de seguro ya había pensado en invitar a Patricio a la casa y “acomodar” las cosas para que la bese; creo que sería su primer beso. Me muero de ganas de ver la cara de Renata cuando sepa que yo me quedo a cargo, y después cuando le diga que no permitiré que haga la fiesta que ha de haber planeando. ¿Y si le vale y sus amigos hacen destrozos en la casa?, bueno, mis papás ya la conocen, yo sólo mediaría para que no la castiguen tan gacho, después de todo yo también me divierto con sus desmadres.

¿Por qué tarda tanto?... habría oído que nos llamaban si no tuviera el ipod con el volumen tan alto. ¡Ay, no! ¿La habrán dejado a cargo?, ¡por qué se queda ahí parada sin decir nada!, ¡ya, habla!, ¡escúpelo!...

- Renata, dicen mis papás que ya bajemos a cenar. ¡Ah! También dijeron que hoy llega la tía Estela, se quedará con nosotras todo el fin de semana...

"DesEncuentro"

Ya entrando en la recta final del taller leímos “El árbol” de Elena Garro para ver el manejo del punto de vista en la narración y elaboramos un cuento aplicándolo.

"DesEncuentro"

Por Andrea V. Arenas


En la sala, Mariana recordaba con el corazón en vilo su rompimiento con Santiago. Fue inesperado, una tonta discusión, una promesa incumplida.

No se habían visto en años y de pronto ahora, un sorpresivo encuentro en un centro comercial. Tantos momentos, tantas emociones...

“...Dónde guardo tu azúcar, tu sal / que me ha dado y robado de pronto la paz / dónde guardo, tantos años, tantos sueños / que no fueron más allá...”

- Teníamos tantos planes Santiago – dijo Mariana en un intento de reproche – el departamento, la boda, el viaje, no merecía lo que hiciste. Buscaste un pretexto estúpido para irte...

“... Corazón si acaso pudiera ser / Corazón si vuelve lo que se fue / Corazón desciende a mi lado...”

Continuaba ella escuchando, sopesando. Aún le dolía aquella época, apenas tenía 21 años, no alcanzaba a entender lo que había pasado. Santiago era voluble; pasaron momentos difíciles que la habían hecho dudar, entonces él hacía algo que demostraba que la amaba. Y sin embargo, la había abandonado...

“... Estamos solos otra vez / o siempre como en el principio / Dame tu mano, vuela conmigo...”.

- Cuando supe que en realidad te habías ido porque estabas enfermo y podías morir, traté de entenderte, pero hubiera preferido que me lo dijeras, que me hubieras dejado tomar la decisión... – resbalaban pesadas gotas por las mejillas de Mariana...

En ese momento le surgió una pregunta ¿por qué no la había buscado antes, en cuanto se supo curado?, al parecer hacía años que no había vuelto a padecer la enfermedad, en realidad hubiera sido fácil localizarla, incluso seguía viviendo en el mismo lugar...

“... Nunca es tarde para comenzar / No tengas miedo de volver a amar...”.

- ¡Cállate ya! – gritó Mariana arrojando un cojín al radio. Bruscamente se levantó del sofá, se enjugó las lágrimas y aventó la foto de Santiago sobre la mesa. Había decidido que al día siguiente no asistiría a la cita que había concertado con él.

Minificciones

Posteriormente la tarea fue realizar varias minificciones...

"Corazón"

Por Andrea V. Arenas

Julio despertó en un lugar que no conocía, tirado junto a un refrigerador nuevo. Apenas recordaba el inicio de la borrachera. Como pudo se levantó y salió a la calle. Era de madrugada y no traía dinero; comenzó a caminar zigzagueante hacia su casa.
En la penumbra un rudo sujeto le sorprendió cerrándole el paso; amenazante le exigió entregarle todo lo que traía. Julio vació mochila y bolsillos, se encogió de hombros y le obsequió una sonrisa al delincuente. Éste suspiró, hurgó en su pantalón y sacó un billete de 20 pesos que le entregó a Julio; el ladrón se marchó cabizbajo.

"Destiempo"

Esa mañana decidió que era el momento de buscarla. Emprendió el camino pensando en cómo le daría la gran noticia.
Por momentos le asaltaban las dudas, pero se daba ánimos recordando el tiempo juntos y la fuerza del amor que se tenían. Entonces la vio, vestida de blanco saliendo de su casa rumbo a la Iglesia.
Guillermo se quedó entonces ahí, parado, desvaneciéndosele la alegría. Ya no tenía caso darle la buena nueva de su reciente libertad. Ya no tenía caso, ahora los papeles se invertían, ahora era María la casada....

"Presunción"

Sintió el vaho frío del espectro en su cuello, erizándole hasta el alma.
- ¡Esta vez no!, ¡lárgate ente de mal agüero!, ¡no permitiré que te lleves a nadie más! – gritaba Ricardo; los ojos rojos casi saliéndose de sus órbitas...
La aparición daba vueltas en torno a la mesa, flotando, grisácea...
Ricardo se derrumbó en la silla, llorando, la cólera se transformó en súplica: “No puedo más, no soportaría su muerte, me has quitado a mi familia, sólo queda mi esposa, a ella no... por favor...”.
El doliente alzó la vista para continuar su ruego.
El rostro del engendro le sorprendió de frente; ladeó la cabeza y con una mueca burlona, se acercó a Ricardo y le robó el aliento...

"Desencanto"

Las luces y la música que emanaban del castillo podían percibirse a kilómetros de distancia. Esa noche la princesa Araceli elegiría a su esposo.
Enrique, uno de los aspirantes, se sorprendió al ver a apuestos jóvenes que hacían una larga fila esperando entrar al baile. Reparó entonces en uno que se marchaba molesto chupándose el dedo anular y le preguntó qué pasaba.
Indignado, el joven le respondió: “¡No sé a dónde vamos a parar! ahora resulta que la ‘Princesita’ quiere estar segura de que su próximo marido sea realmente de Sangre Azul”...
Enrique tragó salida y se retiró disimuladamente de la fila...

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En la marquesina del teatro se leía: “El Bello y la Bestia”, una adaptación del grupo Fuerza Antifeminista...

miércoles, 21 de enero de 2009

"Doblez"

En el siguiente encargo se nos entregó una serie de diálogos que tuvimos que contextualizar. Estos no podían usarse juntos, es decir, uno seguido de otro; ni tampoco podíamos agregar nuevos diálogos.

"Doblez"
Por Andrea V. Arenas

El hotel en el que se hospedaron no era lujoso pero sí reconfortante.

Eran casi las 6:00 de la tarde; el viaje no había sido muy largo.

- Rani, ya debe estar listo tu baño.

Escuchó el llamado mientras disfrutaba la vista desde el balcón.

- Sí, querido – contestó con disfrazado desdén.

Se quitó la bata y se metió en la tina. Sintió la necesidad de cerrar los ojos. Tenía que estar serena.

Jorge entró al baño y comenzó a rasurase; él ya se había duchado. Por el espejo vio a Rani; parecía relajada.

- Podríamos ir a tomar un trago al bar – trató de decir Jorge con naturalidad, pero se le cayó el rastrillo al darse cuenta que ella le observaba.

Al entrar al lugar, Jorge distinguió la mesa que debían ocupar y al sujeto de gafas polarizadas. Sin embargo, Rani entró decidida y se instaló en una contigua a la que le señalaban. De reojo observó la turbación de Jorge y cómo se acercó a uno de los meseros.

El camarero se aproximó y le preguntó si no preferiría tomar la mesa de al lado: en el lugar que había escogido podrían incomodarla con el paso constante de clientes.

- Lástima, se está bien aquí. Preferiría quedarme, si no le molesta – el empleado asintió con la cabeza y se retiró.

Jorge ya había pedido su whisky y volvió a preguntarle a Rani si quería tomar algo.

- Bueno, sí – le contestó ella que seguía cuidadosamente cada movimiento.

Ya con el tercer cigarro en curso, Jorge tiró la margarita aún sin probar de Rani y ella disfrutó al preguntarle qué le pasaba pues lo notaba nervioso.

- No es nada, después pasa....

Quiso aparentar tranquilidad, pero todo estaba saliendo mal. Jorge sabía que si no “entregaba” a Rani, como le habían ordenado, quien moriría era él. Y para colmo, desde el lugar en el que estaba no podía ver al que debía ser el verdugo: el de las gafas.

Un apagón de luz le aceleró el corazón; sintió la espalda húmeda; su sangre se derramaba tibia...

- ¿Qué fue eso? – preguntó molesto uno de los clientes cuando regresó la luz.

El gerente del lugar le respondió “Nada, nada...”, palmeándole la espalda.

Rani se levantó de la silla y volteó hacia la puerta. El hombre de gafas polarizadas la miró y asintió con la cabeza, ella imitó el ademán mientras veía la navaja entrar en el bolsillo del asesino de su esposo.

"Infidelidad"

El siguiente reto fue crear una atmósfera mediante acciones que fueran ocurriendo durante la historia.

"Infidelidad"

Por Andrea V. Arenas


Las risas sobrepasaban el umbral de la puerta.

Laura llevaba casi 20 minutos con la mano en la manija.

Decidiera lo que decidiera, lo perdería.

Veía su planta favorita a un lado de la puerta y aumentaba su resistencia a abrirla.

El sudor de la mano se extendió por todo su cuerpo.

Una oleada de recuerdos la golpeó hasta casi arrancarle el llanto.

Fue en este momento que sintió el jalón en la mano y vio salir a Armando, su esposo, despidiendo a Carmen, su hermana.

Laura juró, una vez más, que jamás volvería a dudar de Armando.

"Artemisa"

Este ejercicio se llama “germinar palabras” y consiste en escoger una letra del abecedario y escribir un relato con casi puras palabras que empiecen con esa letra. Yo elegí la “A”.

"Artemisa"

Por Andrea V. Arenas


Artemisa aparecía con su atípico atuendo y causaba algarabía. Su alias, análogo al de la artista, la hacía adquirir actitudes altivas.

Acostumbraba andar sobre la arena y se atiborraba de añoranzas que apresaba en acuarelas alucinantes.

A diario el amanecer la atrapaba con un anónimo amante. Se aferraba a adanes siempre ausentes, pero cuya anatomía afloraba asiduamente en su acervo mental.

Articulaciones almagres y atolondradas alteraban a aparentes amistades y autoridades del arte, quienes se alejaban, además, por las altaneras acotaciones de Artemisa.

Pero ella se alimentaba de sus aspiraciones y anhelos, así como de anécdotas asombrosas acontecidas sólo en su imaginación, hasta que acabó ausente, aturdida, creyendo ser la admirada pintora.

Aquellos que la aborrecían la han absuelto y en su aburguesada afición ahora aclaman como Abstracta la obra de Su Artemisa.

"Tradición"

Todavía como parte de la primera tarea, el mismo compañero me dio otras 10 palabras que le gustaban y éstas tuvieron que incluirse en un texto de horror.

"Tradición"

Por Andrea V. Arenas

El estío de la mañana entraba al ropero por una rendija. Horacio tenía brazos y piernas entumecidos, aún temblaba, pero no quería salir, no quería ver a nadie, estaba confundido y asqueado de sí mismo.

Fue sólo un momento, sin embargo, nada, ni el más mínimo detalle volvería a ser igual para él.

Recordó la noche anterior en la que mientras bordoneada por el patio arbolado, su madre intentaba sacarlo de lo que ella consideraba cerrazón y rechazo a su destino.

El gran clan le esperaba en el salón principal con todo listo para comenzar con el ritual.

Absorto en los argumentos que esgrimía su madre, sin darse cuenta se descubrió dentro de la estancia y con la víctima en la mesa, a la que ya habían hecho una pequeña incisión en la muñeca.

Su boca salivó al percibir el olor de la sangre. La cabeza le daba vueltas al escuchar las voces que al unísono le exigían llevar a cabo el sacrificio.

Todo bajo sus pies se movía. Sólo quería escapar y continuar su vida. Nunca imaginó que la tradición familiar de la que tanto se hablaba al cumplir los 18 años era en realidad aquella abominación.

No podía más. La ira se apoderó de él y con ella surgieron los colmillos.

Se arrojó sobre la herida y mordió y succionó hasta quedar hastiado; por un momento frugal saboreó la ambrosía de la vida, hasta que horrorizado vio la expresión inerte de su padre salpicada por un rocío de sangre, de su propia sangre...

Su madre le palmeó la espalda, le besó la mejilla y le recordó que debía prepararse para cuando tuviera sus propios hijos, pues tocaría a ellos preservar la tradición...

"Iniciación"

En este primer trabajo del taller de Creación Literaria, un compañero me dio 10 palabras que No le gustaban y debí integrarlas en un texto erótico o de amor.

"Iniciación"

Por Andrea V. Arenas


Karla se despertó esa mañana con la certeza de que sucedería.

Tomó sus libros del buró y salió casi corriendo. Habían quedado de verse cerca de la escuela.

Al dar vuelta a la esquina caminó perdida en los ojos negros de Eduardo enmarcados con largas pestañas, y lo supo: él sentía lo mismo.

Sin decir palabra se dirigieron al parque que está sobre la estación Juárez. Ahí, bajo un álamo, ella asintió cuando, sin ambages ni jactancia, Eduardo le hizo la propuesta.

Llegaron al Motel LOR. Ella esperó en el estacionamiento en tanto él partió a cumplimentar los requisitos para conseguir la habitación.

Cara a cara inhalaron su propia respiración hasta que el beso les aceleró. La blusa tejida a cuadros rosas y blancos cayó, al igual que la camisa blanca y los pantalones negros de ella y los grises de él.

Tendidos en la cama, Eduardo anduvo por su cuerpo con manos ansiosas pero precisas, creando una nueva cartografía de Karla.

Entre el mar de conmociones le sintió firme y la maldita idiosincrasia familiar le desplegó posibles consecuencias; fue sólo un segundo pues reencontró su mirada y la vio alejarse bajando hasta que se zambulló en los secretos que él le musitaba en la entrepierna mientras sus manos le acariciaban los pechos.

Con los ojos cerrados, su lengua susurrante la llevó por un mar picado y al romper la ola más alta cayó por un vacío que le hizo trepidar con escalofríos centelleantes que le impidieron acallar un gemido.

Reconfortada en sus brazos, lo admiró desnudo y acarició su sexo aún erguido. Le pidió que la guiara. Él buscó su boca y posó su mano sobre la de ella indicándole el movimiento, suave. Ella continuó hasta que le sintió sacudirse intermitentemente.

Permanecieron tumbados, tomados de la mano.

Un parco golpeteo en la puerta estuvo a punto de convertir en un deyecto el final de la travesía; sin embargo, Eduardo volvió a trastocarla con un abrazo y un beso apaciguado, pero sobre todo con la mirada que le regaló mientras le acariciaba el pelo y que le ofrecía todavía más, mucho más por descubrir...

"El Baldío"

Con “El Baldío”, también de Augusto Roa Bastos, cerramos con broche de oro el curso de Lectura Analítica.

LA REPISA

Por Andrea V. Arenas

Convertida en su sombra entro con él en “El Baldío”. Imperceptible en la oscuridad pero siendo aún uno, tiramos y jadeamos.

Olemos: con la mano intentamos alejar de la nariz la fetidez dulzarrona del lugar.

También oímos: cuando nos detenemos un poco para recobrar fuerzas y seguir jalando alcanzamos a percibir el apagado rumor de la ciudad.

Los faros de un auto nos separan por un instante y le veo lanzarse con temor al suelo junto a la carga para no ser descubierto.

De nuevo en pie acomodamos el bulto para marcharnos, no sin antes arroparlo con basura.

Creyendo la tarea concluida, nos pasamos el brazo por la frente regada de sudor.

Escuchamos algo extraño.

El fogonazo de un relámpago vuelve a separarnos y le observo arrodillado buscando, titubeando, queriendo huir...

Abandonada en la oscuridad le distingo alejándose casi corriendo, aligerado de carga y con la esperanza en brazos.

"Encuentro con el traidor"

Para terminar leímos también dos cuentos de Augusto Roa Bastos.

Aquí la entrega correspondiente a “Encuentro con el traidor”.

LA REPISA


Por Andrea V. Arenas


Les sigo de cerca desde el puesto de periódicos. Sé que se han reconocido.

Paso a paso voy conociéndolos. Diferentes caras de una misma moneda: la guerra.

Cada uno analizando al otro. El uno sabiendo los motivos del otro. Y el otro dando rienda suelta al odio acumulado durante tantos años.

Habían estado muertos y de pronto resucitan.

Ninguno se ha percatado de mi presencia. Me aproximo un poco más, no demasiado.

Los compañeros de ideales se separaron hace 30 años. Uno aceptó seguir viviendo como un infame, mientras el otro ha vivido esperando este preciso momento para cobrarse.

Ya a más corta distancia presencio el encuentro y me desarmo a la par que el rencoroso.

De pronto el otro voltea hacia mí y su media mirada me revela la verdad y me hace cómplice y amiga.

Sólo él y yo sabemos el secreto, y aunque me asalta la idea de revelarlo, es entonces cuando comprendo que pese a ser el personaje de un cuento nunca podría traicionar su confianza.

martes, 20 de enero de 2009

"La gallina degollada"

El otro cuento de Horacio Quiroga fue "La gallina degollada".

LA REPISA

Por Andrea V. Arenas


No hay nada más horrible que el desdén hacia la pareja y la indiferencia y repulsión para con los propios hijos, al menos eso creía yo hasta que leí “La Gallina Degollada” de Horacio Quiroga.

- Me parece que podrías tener más limpios a los muchachos...

- Es la primera vez que te veo inquietarte por el estado de TUS hijos...

Así comenzó la debacle entre Mazzini y Bertha, pese a que hasta ahora la fatalidad más bien los había unido.

A los catorce meses de casados tuvieron su primer hijo, pero al año y medio sufrió de convulsiones y quedó idiota.

Con renovada esperanza decidieron tener otro bebé, sin embargo, corrió la misma suerte que el primero y cayeron en honda desesperación, creyendo que su sangre, su amor, estaban malditos.

En un loco anhelo de redimir su cariño recibieron a los mellizos; la mala fortuna volvió aterradora.

Por fin arribó al seno familiar una niña que esquivó la maldición de sus hermanos mayores, quienes fueron arrojados al negro olvido.

Babeantes pasaban el día sentados en el banco del patio, mirando el cerco de ladrillos con sus ojos estúpidos y haciendo fiesta en cada puesta de sol...

La sirvienta los vestía, les daba de comer y los echaba a dormir. Cuando oían truenos y veían colores brillantes, sobre todo el rojo, se reían radiantes de frenesí bestial.

Los idiotas lograron aprender a caminar, aunque chocaban con todo, y adquirieron cierta facultad imitativa... por suerte no se pudo obtener nada más...

"El Hombre Muerto"

De Horacio Quiroga sólo leímos dos cuentos, pero qué cuentos....

El primero fue "El Hombre Muerto".


LA REPISA

Por Andrea V. Arenas

¿Por qué no hemos detenido?, no es esta la rutina diaria, es decir, todo sigue igual excepto él...

¿Por qué se ha tendido en la gramilla?, ¿y su machete? él parece muy confundido...

¿Por qué se mueve tan extraño?, ¿qué es lo que intenta ver?, percibo resistencia y perturbación... El sol está casi en el cenit, pronto serán las 12:00...

¿Por qué insiste en seguir ahí tumbado?, ya ha pasado silbando el muchacho del caballo, como todas las mañanas, y él sólo ve con añoranza su casa y su bananal...

¿Por qué estamos recordando así?, el sol cae a plomo; le reconozco sus habilidades para el trabajo del campo y el manejo del machete...

¿Por qué entristezco?, comienzo a entender y le observo con conmiseración. Le siento cansado, en paz, pero desligado...

¿Por qué sigo aquí?, ¿acaso siento respeto, tal vez temor?, ambos escuchamos el llamado acostumbrado a esta hora; para mí tan claro, para él tan lejano...

¿Por qué me siento tranquilo aunque ya no le distingo?, “El hombre muerto” es ahora un bulto, y yo, Malacara, por fin puedo seguir mi camino.

"El Ensalmo"

Después de varios meses sin actualizar el blog, ahora lo retomo completando primero lo que faltó del curso de Lectura Analítica.

Esta sería la última entrega de los cuentos de Arturo Uslar Pietri: “El Ensalmo”.


LA REPISA

Por Andrea V. Arenas


En medio de la noche brutalmente interrumpida por ráfagas de luz, logro distinguir a un hombre, no sé en dónde estoy, pero sé que se llama Pedro y que es doctor.

Entre un fogonazo y otro, alguien pide ayuda. Una mujer blanca y con el pelo casi rojo está peligrosamente cerca...

Otra vez los gritos. Es el doctorcito. El relámpago ilumina de pronto y nos sorprenden unos ojos fosforescentes

Volteando de un lado a otro buscamos una explicación pero el miedo no nos deja pensar; aparece el indio Juan Luis entre la selva; la lluvia sigue cayendo; ya no veo a la mujer, pero siento su presencia.

Aliento hediondo y colmillos de tigre nos acechan; el agua me ciega; Pedrito se va, ha cambiado...

Sobresaltada me descubro en cama, temblando y empapada de sudor... de mi mano caen unas hojas enmarañadas...

Alguien me ofrece una taza humeante... reconozco a mi suegra que intenta sonreír gentilmente mientras me insiste con el brebaje...

Las hojas en el piso anuncian “El Ensalmo” y entonces recuerdo la lectura del cuento de Arturo Uslar Pietri...

Tocan a la puerta... ¡qué bendición!... mi suegra va a abrir mientras yo derramo “accidentalmente” el contenido de la taza...

No es que yo crea en ensalmos y cosas de esas, pero...