Posteriormente la tarea fue realizar varias minificciones...
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"Corazón"
Por Andrea V. Arenas
Julio despertó en un lugar que no conocía, tirado junto a un refrigerador nuevo. Apenas recordaba el inicio de la borrachera. Como pudo se levantó y salió a la calle. Era de madrugada y no traía dinero; comenzó a caminar zigzagueante hacia su casa. 
En la penumbra un rudo sujeto le sorprendió cerrándole el paso; amenazante le exigió entregarle todo lo que traía. Julio vació mochila y bolsillos, se encogió de hombros y le obsequió una sonrisa al delincuente. Éste suspiró, hurgó en su pantalón y sacó un billete de 20 pesos que le entregó a Julio; el ladrón se marchó cabizbajo.
"Destiempo"
Esa mañana decidió que era el momento de buscarla. Emprendió el camino pensando en cómo le daría la gran noticia. 
Por momentos le asaltaban las dudas, pero se daba ánimos recordando el tiempo juntos y la fuerza del amor que se tenían. Entonces la vio, vestida de blanco saliendo de su casa rumbo a la Iglesia. 
Guillermo se quedó entonces ahí, parado, desvaneciéndosele la alegría. Ya no tenía caso darle la buena nueva de su reciente libertad. Ya no tenía caso, ahora los papeles se invertían, ahora era María la casada....
"Presunción"
Sintió el vaho frío del espectro en su cuello, erizándole hasta el alma. 
- ¡Esta vez no!, ¡lárgate ente de mal agüero!, ¡no permitiré que te lleves a nadie más! – gritaba Ricardo; los ojos rojos casi saliéndose de sus órbitas... 
La aparición daba vueltas en torno a la mesa, flotando, grisácea... 
Ricardo se derrumbó en la silla, llorando, la cólera se transformó en súplica: “No puedo más, no soportaría su muerte, me has quitado a mi familia, sólo queda mi esposa, a ella no... por favor...”. 
El doliente alzó la vista para continuar su ruego. 
El rostro del engendro le sorprendió de frente; ladeó la cabeza y con una mueca burlona, se acercó a Ricardo y le robó el aliento...
"Desencanto"
Las luces y la música que emanaban del castillo podían percibirse a kilómetros de distancia. Esa noche la princesa Araceli elegiría a su esposo. 
Enrique, uno de los aspirantes, se sorprendió al ver a apuestos jóvenes que hacían una larga fila esperando entrar al baile. Reparó entonces en uno que se marchaba molesto chupándose el dedo anular y le preguntó qué pasaba. 
Indignado, el joven le respondió: “¡No sé a dónde vamos a parar! ahora resulta que la ‘Princesita’ quiere estar segura de que su próximo marido sea realmente de Sangre Azul”... 
Enrique tragó salida y se retiró disimuladamente de la fila...
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En la marquesina del teatro se leía: “El Bello y la Bestia”, una adaptación del grupo Fuerza Antifeminista... 
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