A manera de examen se nos asignó cambiar el punto de vista y el tono de “Continuidad de los Parques” de Julio Cortázar. Sugiero leer antes el cuento de Cortázar para que encuentren el sentido del mío.
"Más Continuidad de los Parques"
Por Andrea V. Arenas
Ella siguió corriendo por el sendero arbolado hasta quedarse casi sin aliento, se quitó el pelo de la cara y sintió tanto el dolor de las pequeñas heridas que le dejó el roce con las ramas, como el de la desolación.
Acuclillada al pie de un roble sacó de entre el pantalón y su espalda uno de los dos únicos ejemplares de una novela. La abrió justo en la parte en la que Él se sienta en su sillón de terciopelo verde a leer.
El crujir del follaje y el silbar del viento la agitaron de nuevo, pero consiguió sostener el manuscrito y entonces se sintió observada, incluso manipulada; sin embargo, así debía ser.
Con manos temblorosas fue más atrás en la historia: en el tiempo en que el ardor, la devoción y el ansia de hace unos momentos con su Amante le habían pertenecido a Él. Habían jurado que sólo ellos terminarían con su relación: cuando no hubiera nada más que hacer, se asegurarían de seguir siempre juntos...
El plan fue minuciosamente articulado, sabían dónde estar y qué hacer. Pronto acabaría; se cumpliría el juramento...
Un puñado de hojas cayó en torno suyo creando imágenes multicolores por la luz que se filtraba entre los árboles. Aspiró el aire frío; era tiempo ya; alzó la cara, envió un “perdón” a su Amante y un “hasta pronto” a Él antes de esparcir su cerebro en la corteza del roble...
- “Hasta pronto”-, respondió el hombre aún sentado en su sillón de terciopelo verde; admiró una vez más la vista del parque de los robles y suspiró. No esperó mucho, la puerta a sus espaldas ya se abría. Antes de que el Amante lo apuñalara, Él alcanzó a entregarle la novela; mentalmente le dio las gracias y deseó que entendiera...
Acuclillada al pie de un roble sacó de entre el pantalón y su espalda uno de los dos únicos ejemplares de una novela. La abrió justo en la parte en la que Él se sienta en su sillón de terciopelo verde a leer.
El crujir del follaje y el silbar del viento la agitaron de nuevo, pero consiguió sostener el manuscrito y entonces se sintió observada, incluso manipulada; sin embargo, así debía ser.
Con manos temblorosas fue más atrás en la historia: en el tiempo en que el ardor, la devoción y el ansia de hace unos momentos con su Amante le habían pertenecido a Él. Habían jurado que sólo ellos terminarían con su relación: cuando no hubiera nada más que hacer, se asegurarían de seguir siempre juntos...
El plan fue minuciosamente articulado, sabían dónde estar y qué hacer. Pronto acabaría; se cumpliría el juramento...
Un puñado de hojas cayó en torno suyo creando imágenes multicolores por la luz que se filtraba entre los árboles. Aspiró el aire frío; era tiempo ya; alzó la cara, envió un “perdón” a su Amante y un “hasta pronto” a Él antes de esparcir su cerebro en la corteza del roble...
- “Hasta pronto”-, respondió el hombre aún sentado en su sillón de terciopelo verde; admiró una vez más la vista del parque de los robles y suspiró. No esperó mucho, la puerta a sus espaldas ya se abría. Antes de que el Amante lo apuñalara, Él alcanzó a entregarle la novela; mentalmente le dio las gracias y deseó que entendiera...
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