El otro cuento de Horacio Quiroga fue "La gallina degollada".
LA REPISA
Por Andrea V. Arenas
No hay nada más horrible que el desdén hacia la pareja y la indiferencia y repulsión para con los propios hijos, al menos eso creía yo hasta que leí “La Gallina Degollada” de Horacio Quiroga.
- Me parece que podrías tener más limpios a los muchachos...
- Es la primera vez que te veo inquietarte por el estado de TUS hijos...
Así comenzó la debacle entre Mazzini y Bertha, pese a que hasta ahora la fatalidad más bien los había unido.
A los catorce meses de casados tuvieron su primer hijo, pero al año y medio sufrió de convulsiones y quedó idiota.
Con renovada esperanza decidieron tener otro bebé, sin embargo, corrió la misma suerte que el primero y cayeron en honda desesperación, creyendo que su sangre, su amor, estaban malditos.
En un loco anhelo de redimir su cariño recibieron a los mellizos; la mala fortuna volvió aterradora.
Por fin arribó al seno familiar una niña que esquivó la maldición de sus hermanos mayores, quienes fueron arrojados al negro olvido.
Babeantes pasaban el día sentados en el banco del patio, mirando el cerco de ladrillos con sus ojos estúpidos y haciendo fiesta en cada puesta de sol...
La sirvienta los vestía, les daba de comer y los echaba a dormir. Cuando oían truenos y veían colores brillantes, sobre todo el rojo, se reían radiantes de frenesí bestial.
Los idiotas lograron aprender a caminar, aunque chocaban con todo, y adquirieron cierta facultad imitativa... por suerte no se pudo obtener nada más...
- Me parece que podrías tener más limpios a los muchachos...
- Es la primera vez que te veo inquietarte por el estado de TUS hijos...
Así comenzó la debacle entre Mazzini y Bertha, pese a que hasta ahora la fatalidad más bien los había unido.
A los catorce meses de casados tuvieron su primer hijo, pero al año y medio sufrió de convulsiones y quedó idiota.
Con renovada esperanza decidieron tener otro bebé, sin embargo, corrió la misma suerte que el primero y cayeron en honda desesperación, creyendo que su sangre, su amor, estaban malditos.
En un loco anhelo de redimir su cariño recibieron a los mellizos; la mala fortuna volvió aterradora.
Por fin arribó al seno familiar una niña que esquivó la maldición de sus hermanos mayores, quienes fueron arrojados al negro olvido.
Babeantes pasaban el día sentados en el banco del patio, mirando el cerco de ladrillos con sus ojos estúpidos y haciendo fiesta en cada puesta de sol...
La sirvienta los vestía, les daba de comer y los echaba a dormir. Cuando oían truenos y veían colores brillantes, sobre todo el rojo, se reían radiantes de frenesí bestial.
Los idiotas lograron aprender a caminar, aunque chocaban con todo, y adquirieron cierta facultad imitativa... por suerte no se pudo obtener nada más...
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