Con “El Baldío”, también de Augusto Roa Bastos, cerramos con broche de oro el curso de Lectura Analítica.
LA REPISA
Por Andrea V. Arenas
Convertida en su sombra entro con él en “El Baldío”. Imperceptible en la oscuridad pero siendo aún uno, tiramos y jadeamos.
Olemos: con la mano intentamos alejar de la nariz la fetidez dulzarrona del lugar.
También oímos: cuando nos detenemos un poco para recobrar fuerzas y seguir jalando alcanzamos a percibir el apagado rumor de la ciudad.
Los faros de un auto nos separan por un instante y le veo lanzarse con temor al suelo junto a la carga para no ser descubierto.
De nuevo en pie acomodamos el bulto para marcharnos, no sin antes arroparlo con basura.
Creyendo la tarea concluida, nos pasamos el brazo por la frente regada de sudor.
Escuchamos algo extraño.
El fogonazo de un relámpago vuelve a separarnos y le observo arrodillado buscando, titubeando, queriendo huir...
Abandonada en la oscuridad le distingo alejándose casi corriendo, aligerado de carga y con la esperanza en brazos.
Olemos: con la mano intentamos alejar de la nariz la fetidez dulzarrona del lugar.
También oímos: cuando nos detenemos un poco para recobrar fuerzas y seguir jalando alcanzamos a percibir el apagado rumor de la ciudad.
Los faros de un auto nos separan por un instante y le veo lanzarse con temor al suelo junto a la carga para no ser descubierto.
De nuevo en pie acomodamos el bulto para marcharnos, no sin antes arroparlo con basura.
Creyendo la tarea concluida, nos pasamos el brazo por la frente regada de sudor.
Escuchamos algo extraño.
El fogonazo de un relámpago vuelve a separarnos y le observo arrodillado buscando, titubeando, queriendo huir...
Abandonada en la oscuridad le distingo alejándose casi corriendo, aligerado de carga y con la esperanza en brazos.
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