jueves, 16 de julio de 2009

"Brazos de Sol"

Otro fantástico...
"Brazos de sol"
Por Andrea V. Arenas

Las piernas me tiemblan de tanto correr y la incesante lluvia hace más pesados mis pasos. No sé qué rumbo llevo de tanto volverme a ver si aún me persigue.

Se me complica respirar pero no debo detenerme. La última vez que me involucré con otro de su especie creí que moriría. El dolor y las cicatrices son lo peor. Aún son muy recientes. Tengo que seguir si no quiero volver a pasar por eso.

He aminorado el paso aunque sigo adelante. Él también va más lento, acechándome. Creo que se está transformando. Me pareció distinguir unos ojos cafés entre las ramas.

Estoy tan cansada y me siento tan sola, como perdida en el bosque, huyendo.

Con dificultad tomo del suelo fangoso piedras y palos que con mucho esfuerzo le aviento. Lo he oído quejarse pero no se va, al contrario, se acerca cada vez más.

Me pregunto si lo que veo en aquel tronco es una mano. No estoy segura. Ojalá dejara de llover.

Conforme aumenta su proximidad, mis cicatrices se van abriendo. Apenas puedo caminar. La necesidad de escapar es menos intensa. He llegado a pensar que no quiere hacerme daño, que él no es como el otro, que no todos son iguales.

Aún está cambiando. Ya no percibo ese aspecto de animal salvaje. Se las ha ingeniado para que yo pueda ver sus manos: tiene las venas ligeramente marcadas.

Por momentos me detengo. El aguacero se convirtió en llovizna. Recelosos haces de luz se filtran por entre el alto follaje. Estoy muy débil. Las heridas están al rojo vivo. Pese a mis intentos por alejarlo, él permanece a cierta distancia.

Sosteniéndome de los árboles consigo avanzar. Sorpresivamente me toca. Ha sido casi una caricia. Pude apreciar su olor fuerte y cándido. Mi garganta se cierra mientras en mis ojos ríos crecidos pugnan por salir. Todavía desconfío y reinicio la penosa marcha.

Logro recorrer otro pequeño tramo. No queda en mí más que confusión y un ferviente deseo por parar, por detener esta huída y volverlo a intentar, ahora con él. Es difícil mantenerme en pie. Estoy mareada y temblando. Casi deseo tenerlo cerca. Me desplomo viéndolo correr hacia mí.

Como entre sueños he sentido sus cuidados. Las laceraciones en mi piel están sanando gracias a él. Se aleja lo suficiente para mantenerme tranquila, pero no demasiado para poder protegerme.

Por primera vez en mucho tiempo escucho los sonidos del bosque. Al abrir los ojos descubro su cara de niño. No supo qué hacer. Se quedó paralizado para no asustarme. Esperó a ver mi reacción. Con movimientos lentos me acaricia el pelo. Basta ese contacto para que los ríos se convirtieran en mares incontenibles inundando mi rostro.

Una sensación de alivio recorre mi ser por fuera y por dentro. Sus ojos buscan los míos en señal de aprobación. Se acerca más. Pasa sutilmente su mano por debajo de mi cabeza y la recarga sobre su pecho. Besa dulcemente mi cabello y como una revelación viene a mi mente su nombre.

Miguel me envuelve desde entonces entre sus brazos, unos brazos cálidos como los rayos del sol.

"Sueños Compartidos"

Cuento fantástico...
"Sueños Compartidos"
Por Andrea V. Arenas

Casandra se descubrió en el parque en el que solía encontrarse con Enrique. Hacía años que no lo veía, y sin embargo a diario pensaba en él.

Estaba tratando de recordar cómo es que llegó al parque, cuando vio a Enrique caminando hacia ella, con las manos metidas en el pantalón. Él también parecía extrañado.

- Hola! – titubeó Casandra.

- Hola! – respondió Enrique bajando la mirada. Hacía ese ademán cuando se sentía inseguro o apenado.

- Cómo has estado? - se contuvo para no abrazarlo…

- Bien, bien, ¿y tú? - se imaginó besándola…

- También bien, gracias – ahora fue ella quien desvió la mirada…

Silencio…

- ¡Tenía ganas de verte…! – dijeron los dos al mismo tiempo.

Sonrieron y se abalanzaron en un abrazo acurrucado. Reconociéndose en olor, en calor, en el latir, el respirar. Como antes; temblando.

Caminaron un rato sin decir palabra, unidas las manos.

No había nadie más en el parque. Los rayos del sol formaban caprichosas figuras de colores intensos al traspasar las hojas de los árboles; sólo se escuchaba el trinar de pájaros. Las bancas parecían recién pintadas. Del pasto podado emanaban vapores de tierra mojada transportados por un viento ligero.

- Perdóname, debí elegirte a ti... – musitó Enrique.

- Te esperé mucho tiempo, pero tenía que seguir…– contestó ella a punto de llorar.

- Lo sé… La segunda vez también te dejé ir… - volteó a mirarla y Casandra deseó perderse en los ojos cafés de Enrique y cubrirse para siempre con sus largas pestañas.

- Si me hubieras dado aunque sea una señal de que aún me querías hubiera dejado todo por ti… - un sollozo la acalló súbitamente.

- Creí que hacía lo correcto, yo... – Enrique no pudo seguir; se le quebró la voz.

- Sí... lo correcto... duele hacer lo correcto... sólo... es que nunca luchaste por mí... llegué a dudar si me querías... – Casandra se interrumpía al hablar, como las niñas gimoteando al tratar de decir lo que les pasó, mientras restregaba las manos contra el pantalón, señal de nerviosismo.

- Es cierto, no supe luchar... me dejé llevar... perdóname... – Mojadas, las pestañas de Enrique lucían aún más largas, oscuras y pesadas.

Volvieron a abrazarse, ella alzó un poco la cabeza guiada por el aliento de Enrique y se besaron. Tierna y electrizante sensación. No podían apartarse. Seguían entrelazados.

- Yo sólo quería que estuvieras más presente en mi vida... ya sabes, cumpleaños, reuniones, un café, una llamada... ser amigos... saber de ti... – Casandra seguía llorando.

- No sé qué habría pasado teniéndote cerca... yo... tuve miedo... siempre he pensado en ti... me haces falta... te extraño... – la besó de nuevo, largamente.

Varias palomas caminaban a su alrededor picoteando el piso. El viento seguía soplando, suave.

- Ya antes he percibido cuando me has necesitado pero esta vez parece diferente... hemos podido hablar como si de verdad estuviéramos aquí... te he sentido... – señaló Enrique, turbado.

- Esta “conexión” ha sido un aliciente para mí en todos estos años... de algún modo sé que aún “estás”... también he advertido cuando sufrías... Pasamos por tanto que era difícil que no siguiéramos unidos de alguna manera...

Ambos callaron por un momento, pensando.

- ¿Ya entendiste qué está pasando? – preguntó Enrique, aunque de pronto él también cayó en cuenta de lo que sucedía. Entristeció.

- Creo que uno de los dos despertará... - asintió ella.

Casandra extendió su mano hacia Enrique. Él sonrió. Tomó la pequeña rama que ella le ofrecía y comenzó a jugar con ella en la boca. Aún conservaba esa costumbre.

Enrique sacó de su cartera un papel en el que Casandra había escrito hace años: “Lo único que me impulsa, es saber que el tiempo en que podamos estar juntos algún día llegará”. Se lo entregó a ella.

Se recostaron sobre la hierba, contemplándose en despedida.

Enrique despertó invadido de una inmensa tristeza. Los recuerdos agolpados fluían a mares y no podía ver. Con trémulos movimientos palpó la cama hasta que debajo de la almohada halló lo que tanto temía y a la vez ansiaba: la rama, el último regalo de Casandra...

("Caleidoscopio" 2009)

"Razones de peso"

Cuaresma...
"Razones de peso"
Por Andrea V. Arenas

En los últimos dos meses Rosaura había perdido varios kilos y en la secundaria algunos chicos ya se volvían a verla, era tratada mejor por sus compañeras y la invitaban a reuniones y fiestas, hasta quedaron de llamarse en las vacaciones.

Sabía que la Semana Santa sería una verdadera tortura. Apenas era lunes y aunque la vigilia era obligatoria sólo el Viernes Santo, doña Chayito preparaba toda la semana platillos de Cuaresma y con verdadero esmero.

Los olores provenientes de la cocina llegaron a la recámara de Rosaura. El asado de los chiles poblanos. Incluso oía el batir de las claras para capearlos. La salsa de jitomate se hacía hasta el final para que estuviera “calientita” al momento de servir los chiles rellenos de queso, acompañados de arroz rojo con zanahorias y chícharos, frijoles refritos “bien chinitos” y tortillas recién hechas.

Rosaura tragó saliva, se le había hecho agua la boca. Sentada en la cama abrió un libro tratando de distraerse cuando escuchó que su madre se acercaba. Era difícil no percatarse de la cercanía de doña Chayito dados sus 140 kilos de peso que la hacían respirar agitadamente, además de que a cada paso su cuerpo se balanceaba de un lado a otro golpeando cuanto mueble se encontrara a su alrededor. A Rosaura le parecía repugnante. Lo peor era el hedor rancio. Escurría en sudor hasta por levantar un dedo.

Después de escuchar las melosas súplicas de su madre, Rosaura le dijo que dejara el plato en el buró. Intentó seguir leyendo. Casi pudo ver cómo el aroma de la comida recién servida se iba adueñando de su habitación y de su voluntad. No resistió. Lo devoró en apenas unos bocados. Con la vista nublada por las lágrimas arrojó el plato contra la pared...

Estaba ya cansada de los mimos y la sobreprotección de su madre, incitándola a comer y hasta chantajeándola con una supuesta preocupación por su salud, por su bienestar. ¿Cuándo se daría cuenta de que ya no era una niña a la que podía manipular? Y sin embargo, era tan difícil resistirse: en casa siempre abundaron las sopas, los platos fuertes, los postres y los antojitos. Doña Rosario a diario cubría un menú completo, pendiente del reloj para no retrasar la hora en que Rosaurita debía tomar sus alimentos...

Un día más. Llegó el viernes. Ya era casi la hora de la comida y las manos de Rosaura empezaban a temblar, no podía controlarlo. Era un tormento el sonido del pescado empanizado friéndose y la esponjosa apariencia del arroz blanco con rajas de poblano y granos de elotes. Se relamía ya pensando en la capirotada bañada con la miel de piloncillo y espolvoreada con pasas y queso.

Volvió a percibir la proximidad de doña Chayito. Esta vez no hubo necesidad de que le rogaran, Rosaura recibió el plato en las manos, luchando en su interior el deseo de adelgazar, de no convertirse en el esperpento que ella consideraba era su madre, contra el monstruoso deseo de consumir todos aquellos suculentos guisos de doña Rosario.

Además del pescado empanizado, el arroz y la capirotada, su madre le sirvió nopales con jitomate y cebolla, tortillas hechas a mano, salsa mexicana y agua de horchata.

Rosaura comió con desenfreno otra vez. Al terminar llevó el plato al fregadero. Se imaginó aterradoramente gorda, solitaria y con una hija que la aborrecía.

Después, se fue directo al baño... ¿qué usaría ahora?, ¿la pluma?, ¿el lápiz?, el dedo definitivamente no, odiaba ensuciarse...

"La Feria"

El mundo al revés...
"La Feria"
Por Andrea V. Arenas

Danielito había esperado con ansias la llegada del sábado porque iría por primera vez a una feria. Sus amiguitos de la escuela le aseguraron que se la pasaría ¡padrísimo!

Se levantó temprano, se bañó y bajó a desayunar. No tenía que preocuparse por la tarea: la había hecho la tarde del viernes para evitar cualquier posible pretexto para no llevarlo a la feria. Terminó de comer su pan francés, corrió a lavarse los dientes y esperó en el sillón. Su papá sonrió antes de darle la mano y salir.

Incluso antes de entrar, Daniel ya estaba asombrado por los llamativos colores provenientes de aquél fascinante lugar.

Se acercaron primero al Juego del Martillo: se trataba de una estructura en “L” con la figura cómica de una mujer en bata y con tubos. Era necesario pegar con mucha fuerza los pies de la señora para que un dispositivo en forma de puño subiera y le golpeara la cara. Si lo lograbas le salía un moretón alrededor del ojo y le salía sangre de la boca. A Daniel no le gustó este juego pero a su papá le pareció divertido porque “a fin de cuentas, muchos hombres así tratan a sus esposas...”.

En otro juego había un estanque que apestaba a alcohol. De los hoyos del fondo salían caras de hombres, mujeres, ancianos, jóvenes y niños. Con un aro de metal se atrapaban las cabezas; te daban un tarro de cerveza si sacabas al menos cinco. Su papá lo logró y le entregó el tarro a Daniel. Guiñándole el ojo le dijo que ya no faltaba mucho para que pudiera utilizarlo...

Después entraron a la Casa de la Risa: era un corredor con escaparates a ambos lados en los que se podía observar a gente pidiendo limosna, personas sin piernas o sin manos, niños babeantes, algunos otros eran ciegos o sordos o, según su papá, eran locos. Los asistentes los señalaban y reían a carcajadas. A Daniel no se le hizo tan chistoso, pero su padre le instó a burlarse de ellos como todos los demás lo hacían...

En la casa de los espejos, Danielito se vio a sí mismo como licenciado, como deportista y jugando con sus supuestos hijos; no le gustó tanto cuando se vio como vagabundo y como un gordo y sucio pegándole a la que aparentemente era su esposa.

Luego fueron a otro juego en donde a cierta distancia había una lámina grande llena de globos grabados con los rostros de niños y jóvenes. El objetivo era romper los globos con unos dardos en forma de jeringas y cuando tronaban, en el panel se veía al mismo niño o joven pero con la cara demacrada y los ojos rojos. Daniel reventó tres globos y le regalaron una jeringa inflable. Aún festejando por el premio recién obtenido, el papá de Daniel le señaló que, como todos los jóvenes, algún día se le presentaría la oportunidad de tener en sus manos una jeringa de verdad...

La pasó bien en las carreras en coches. Desde un punto alejado salían a toda velocidad y tenían que ganar los lugares de estacionamiento que estaban marcados con cartones de tamaño real con la imagen de personas en sillas de ruedas, con muletas u otro tipo de problema. Como premio obtenías una licencia de conducir hecha con cartulina.

De camino al auto, Daniel se sintió desconcertado por no disfrutar de la feria como lo habían hecho su padre, sus amigos y todos los demás.

En el auto, ya de regreso a casa, su padre aún reía, por lo que cuando éste le preguntó que si le había gustado la feria, Danielito, para no decepcionarlo, se forzó a contestar: “¡Sí, muchísimo! ¿Cuándo me traerás de nuevo?”

"Clarita"

Desde la perspectiva de un niño...

"Clarita"
Por Andrea V. Arenas

Viernes 17 de Agosto

Aunque ya tengo 7 años, el lunes apenas entro a la primaria. Mi mamá y mi maestra Cuquita me han enseñado a leer y escribir porque en esas cosas debo ir un poco más adelante que los otros niños de mi edad, y me dijeron que están muy orgullosas porque aprendo rápido.

En la tarde fuimos por mi nuevo uniforme. Papá se rió mucho cuando me lo puse la primera vez, dijo que “el muertito era más grande”, yo no entendí bien pero me gusta cuando se ríe y me abraza.

Mamá me regañó porque no me quería quitar el uniforme hasta que llegara papá del trabajo y viera que ahora sí me queda bien. La blusa es blanca con botones, el suéter es azul, igual que la falda como con doblecitos que me llega a las rodillas. Las calcetas también son blancas y los zapatos negros. Me los compraron con suela gorda para que duren más.
Sábado 18 de Agosto

Mamá y yo pasamos la mañana forrando mis cuadernos con papel de color rojo y antes de ponerle el plástico les pusimos un cuadrito con mi nombre y el grupo en el que voy a estar.

Mi mochila es rosita y tiene una “Kitty” en la parte de adelante. Ya la tengo llena con mis cuadernos, libros y un estuche que me regaló mi tía Gloria con dos plumas, un lápiz, un sacapuntas y un borrador que huele a fresa.

Sólo me falta mi libretita. Creo que mañana iremos por ella.

Domingo 19 de Agosto

Papá nos levantó muy temprano y nos llevó a desayunar. Yo pedí hot cakes con mermelada y una malteada de chocolate.
Después fuimos a la plaza que está cerca de la casa y me compraron mi libretita. Le pusieron una cadena muy bonita y en su resorte puedo atorar la plumita que escribe de color morado y huele a uva.

Cuando llegamos a casa mamá se puso un poco seria y me dijo que ahora que fuera a la primaria tal vez haya niños que se porten mal conmigo pero que no debo hacerles caso y que le cuente a la maestra, a ella y a papá cualquier cosa que me haga sentir mal.

No me gustó ver así a mamá, yo ya sé todo eso que me dijo. Ya sé que me verán de forma extraña porque los niños no entienden cómo soy, pero creo que se acostumbrarán a mí y al menos una amiguita podré hacer...
Lunes 20 de Agosto

Mamá estaba muy emocionada esta mañana cuando me dejó en la escuela, por eso no le dije que me dolía un poco la panza. Me dio un beso y me colgó del cuello mi libretita.

Antes de entrar al salón, una niña se quedó mirando mi libreta y luego me preguntó cómo me llamaba. Hizo una cara chistosa cuando le di la hoja con mi nombre pero luego se rió por la carita que le dibujé. Me dijo que se llama Susana y la maestra me ayudó a explicarle que yo no puedo hablar, que así nací, muy especial, pero que todo lo demás lo puedo hacer igual que ella. Nos sentamos juntas en el salón y en el recreo estuvimos jugando.

Mi mamá lloró y me dio un abrazo muy fuerte cuando le pedí que comprara otra libreta como la mía porque a Susy le gusta que platiquemos escribiéndonos en las hojas de mi libretita...

lunes, 6 de julio de 2009

"Astilla"

Seguimos con el tema padres e hijos...

"Astilla"
Por Andrea V. Arenas

Con toda su fuerza le pegó con el cinturón varias veces en el cuerpo. Sólo había gemidos, iba a quitarle la mordaza para escucharla gritar pero se arrepintió: así tendría más tiempo para “jugar” con ella.

- ¡Maldita perra holgazana!, ¡nunca quieres hacer lo que te digo! – le gritó “Chito” a la “Nena” mientras la aventaba contra la pared.

El golpe no sonó tan fuerte como quería por lo que volvió a arrojarla y esta vez agregó una patada en el estómago. Ella cayó de rodillas, atada de pies y manos no podía defenderse; sus ojitos mojados miraron a su hermano con doloroso rencor.

- ¡No me mires así, desgraciada!, ¿crees que por sólo tener seis años debo cuidarte y mimarte...?

La tomó del pelo y de un jalón la puso en pie.

- ¡Estoy harto de tener que quedarme en casa por tu culpa!, ¿por qué no entienden que tengo 12 años y quiero salir con mis amigos?

Esta vez le soltó un puñetazo en la cara.

- ¡Si al menos recogieras mi cuarto cuando te lo ordeno...!, ¡eres una inútil!, ¡de nada te sirve ser la niñita de mamá!

“Chito” se sentía eufórico, en verdad disfrutaba esa especie de ardor que le iba creciendo dentro hasta que explotaba cuando la lastimaba.

De pronto recordó algo que vio la última vez que espió a su padre en el sótano, unos días antes de que los policías se lo llevaran, y decidió imitarlo también.

Volvió a tomar a la “Nena” del pelo y la arrastró hasta el tambo que usaban para el baño cuando se quedaban sin agua.

- ¡Tú y mamá ni siquiera extrañan a papá! – vociferó antes de introducir la cabeza de la niña en el agua.

Cuando sintió que la resistencia de la “Nena” disminuía, le sacó la cabeza del tambo.

- ¡Esta vez mamá no llegará a tiempo para salvarte!, ¡dizque se va a trabajar, pero yo sé que es una cualquiera!, ¡si de verdad trabajara podría comprarme cosas y yo no tendría que robarlas!

Estrelló varias veces la cara de la “Nena” contra el depósito antes de volver a introducirla en el agua, ahora enrojecida.

Aún cuando la niña ya no se movía, él continuó pateándola hasta que oyó un aullido, el de su madre, quien se abalanzó sobre la “Nena”...

- ¡Sabía que terminarías como tu padre...! – le dijo la mujer con atormentada repulsión.

“Chito” se irguió entonces, orgulloso, y observó cómo su madre lo delataba con la Policía igual que lo había hecho antes con su papá...

jueves, 23 de abril de 2009

"Sin ti"

En esta ocasión había que escribir sobre la relación con la madre...

"Sin ti"
Por Andrea V. Arenas

Yo, no tengo madre...

Incluso antes de morir para mí eras la mujer detrás de la puerta, siempre enferma. Ahí comenzó mi soledad, con apenas seis años no tenía con quien jugar, de todos modos había que estar en silencio para no molestarte...

Yo, no tengo madre...

Cuando falleciste, la gente a mi alrededor se extrañaba porque yo seguía jugando sola, como si nada hubiera pasado. Supongo que esperaban que llorara igual que ellos y lo hice, aunque no entendí por qué...

Yo, no tengo madre...

Tenía once años y hacía tiempo ya que me despreciaba por no extrañarte, por no recordarte... Sólo pensaba en ti cuando, en nueva casa, con madrastra y medias hermanas, no se dispensaba el cariño por igual, ni la comida, ni la ropa, ni la convivencia con mi padre... Casi confinada a un cuarto de azotea, llena de dudas y con los cambios propios de la edad, te odiaba por haberme dejado... lloraba y ahora sí entendía por qué...

Yo, no tengo madre...

Como a los quince comencé a reconocerte en fotografías – muy pocas por cierto – preguntaba cómo eras, qué te gustaba hacer... No había respuestas, en casa eras tabú... Imaginaba cómo sería nuestra relación, si me peinarías por la noche, si me enseñarías a maquillarme, si me consolarías, si me regañarías...

Yo, no tengo madre...

Me enamoré por primera vez a los 19. Por fin alguien me quería sin importar si estaba acomplejada tras años de repetidos menosprecios. Por fin alguien me acariciaba, alguien se preocupaba por mí, alguien me amaba, y me gustaba tanto la sensación... pero estaba casado, la desilusión y la confusión me inundaron... y tú no estabas para decirme qué hacer, para ayudarme a seguir... me volví a sentir sola, pero ya no te odie por eso...

Yo, no tengo madre...

Me casé a los 27. Me hubiera gustado compartir contigo la preparación y el alboroto de la boda, tener el recurso de todas las casadas de decir “me voy con mi mamá”, escuchar tus consejos para amamantar o para bañar al bebé... me hiciste falta...

Yo, no tengo madre...

He enfermado. Finalmente comprendí que el que no te recordara o no te extrañara no significa que no te necesitara, y cómo te necesité... y tengo miedo, mucho miedo, como tal vez tú lo tuviste, porque ahora será mi pequeño hijo quien no tendrá madre...

("Caleidoscopio" 2009)

miércoles, 18 de febrero de 2009

"Cupido 14/02"

El tema para este segundo relato fue el amor o el desamor. Espero les guste...
"Cupido 14/02"
Por Andrea V. Arenas

Las autoridades celestiales estaban orgullosas de Cupido 14/02. ¡No cualquiera podía llevar junto a su nombre una fecha tan importante!. Además de que este ejemplar tenía récord de parejas felices y duraderas, era también de los más simpáticos con su figura regordeta, sus alas desproporcionadamente chicas, su arco y flechas decoradas y cachetes rojizos – no rosados, rojizos -. Sin embargo, se temía lo peor: Cupido 14/02 podría haber contraído una enfermedad incurable y mortal para su especie.

En sus últimas misiones no todo parecía encajar bien. Había emparejado a un australiano con una mexicana. Se preguntarán qué tiene esto de raro; el problema es que estos jóvenes se habían conocido por Internet. Pasaban horas y horas en el messenger, lo que los había hecho perder sus respectivos trabajos. Ah, pero como el amor es el amor, decidieron casarse de todos modos, sólo que la ceremonia se realizó en una sala de Chat, con un montón de invitados desconocidos y bueno, hasta la noche de bodas fue virtual…

Este fue el primer síntoma de alerta.

Poco después, Cupido 14/02 juntó a unos homosexuales. Digo, en estos tiempos tan modernos este tipo de uniones ya se toman con más naturalidad. De hecho este caso no hubiera llamado tanto la atención si no se tratara de una chica lesbiana y un chico gay. El fotógrafo la pasó mal el día en que este par contrajo matrimonio, pues los familiares de uno y otro tenían una expresión muy extraña y era difícil encontrar el mejor ángulo, sobre todo por la mueca en la boca: no se sabía si reían o hacían puchero.

Después se le ocurrió acoplar ¡a un asesino con una monja! Resulta que la monja amaba tanto a su delincuente, que estaba convencida de que lo salvaría con sus oraciones, mientras que sus largas tardes de pasión desenfrenada – porque por las noches él salía a realizar las labores propias de su profesión – las ofrecía como penitencia. Por su parte, el homicida se sentía protegido con su religiosa y era tan, pero tan feliz de que alguien lo quisiera que podía explotar, así que salía y se desahogaba matando personas.

O sea, ¡ya se imaginarán cómo se puso la cosa en el cielo! Afortunadamente no cundió el pánico y lo primero que determinaron hacer fue revertir la relación de Rosarito y Sancho (monja y asesino) no tanto por el alza en los índices de criminalidad y la concepción de un bebé, como por el riesgo que corrían ambos, pues – como ustedes sabrán- ella ya estaba casada ¡y con El Señor!

En fin, parecía que habían perdido a su mejor elemento. Los serafines fueron entonces enviados a realizar una investigación que confirmó el diagnóstico: Cupido 14/02 estaba e-na-mo-ra-do.

Pero eso no fue lo peor. Este ejemplar servidor quedó prendado nada más y nada menos que de una abogada, así es, y a pesar de que murió como cupido, vivió feliz con su regordeta y chapeteada abogada especialista en divorcios…

¡Ahhh! ¡No cabe duda que el amor, es el amor!

jueves, 5 de febrero de 2009

"Don Gumaro"

Esta es la primera entrega del taller “Introducción al cuento”. El tema asignado fue “Viaje”. A ver qué les parece....

"Don Gumaro"
Por Andrea V. Arenas

Los habitantes de Ninguna Parte no supieron ni cómo ni cuándo llegó Don Gumaro, simplemente un día lo descubrieron en el kiosco de la plaza, sentado en su baúl, y se acostumbraron a escuchar cada domingo las historias de sus viajes.

Los primeros en percatarse de su presencia fueron los niños. Se sentaban a su alrededor y se miraban entre sí sorprendidos ante aquellos fantásticos relatos. Como cuando tardó semanas en arribar a Querella. En este lugar los pobladores estaban divididos en dos grandes bandos, por lo que durante el día había peleas y tiroteos pero por las noches los miembros de un grupo y otro se entremezclaban entre sábanas, paja, pasto o en donde los cobijara la penumbra…

Poco a poco los ningunapartenses se integraron a los niños y se hicieron también asiduos escuchas de Don Gumaro, que si bien no parecía ser hombre de mundo con sus pantalones raídos, sus guaraches y su sombrero, igual logró prendarlos con sus narraciones.

En otra ocasión aseguró haber ido a Fenómeno, uno de los pueblos más visitados, aunque las razones para hacerlo no eran las mejores. Cada uno de los moradores padecía algún horripilante defecto mental o físico y cobraban a los fuereños por dejarse mirar.

“¡Tan ricos, pero tan feos los pobres!”, exclamó Don Gumaro abriendo excesivamente los ojos.

Se decía – continuó Don Gumaro – que la mayoría de los fenómenos provenían de Tú, en donde nadie tenía nombre y para dirigirse a los demás había que decirle “Ey, tú”. Con semejante contrariedad, era imposible llevar un registro de nacimientos, defunciones, matrimonios, divorcios, en fin, así que la gente se enamoraba y se arrejuntaba sin saber si eran hermanos, primos, tíos o, si eran afortunados, no tenían ningún parentesco.

Con el tiempo, la audiencia de Don Gumaro comenzó a fijarse en el baúl en el que se sentaba y que tanto trabajo le costaba cargar. Notaron que lo trataba con singular cuidado y no dejaba que nadie se acercara.

Un domingo a Don Gumaro se le hizo tarde, todos le esperaban en la plaza. Ya habían empezado a inquietarse cuando le vieron venir con su baúl. Les explicó que su tardanza se debió a que muy de madrugada se trasladó a Recuento. Una exclamación general soltaron los ningunapartenses. Habían oído que a Recuento – siempre cubierto de neblina – sólo lo visitaban aquellos que requerían arreglar sus asuntos. Recuento estaba habitado sólo por jueces, abogados, policías y cualquier persona que tuviera que ver con estos menesteres.

Después del anuncio, Don Gumaro extrajo, solemne, del escondite de su sombrero, la llave del baúl. Lo abrió y dejó que hombres, mujeres y niños sacaran y soltaran al aire su contenido: cartas, fotografías, cicatrices, cosquillas, dolores, esfuerzos, caídas, pérdidas, triunfos, risas y llanto.

Bienvenidas, abrazos y besos de felicitación embriagaron a Don Gumaro, quien por fin había obtenido la residencia, y ahora sí, oficialmente, formaba parte del poblado conocido como Ninguna Parte.


("Caleidoscopio" 2009)

jueves, 29 de enero de 2009

"Más Continuidad de los Parques"

A manera de examen se nos asignó cambiar el punto de vista y el tono de “Continuidad de los Parques” de Julio Cortázar. Sugiero leer antes el cuento de Cortázar para que encuentren el sentido del mío.

"Más Continuidad de los Parques"

Por Andrea V. Arenas

Ella siguió corriendo por el sendero arbolado hasta quedarse casi sin aliento, se quitó el pelo de la cara y sintió tanto el dolor de las pequeñas heridas que le dejó el roce con las ramas, como el de la desolación.

Acuclillada al pie de un roble sacó de entre el pantalón y su espalda uno de los dos únicos ejemplares de una novela. La abrió justo en la parte en la que Él se sienta en su sillón de terciopelo verde a leer.

El crujir del follaje y el silbar del viento la agitaron de nuevo, pero consiguió sostener el manuscrito y entonces se sintió observada, incluso manipulada; sin embargo, así debía ser.

Con manos temblorosas fue más atrás en la historia: en el tiempo en que el ardor, la devoción y el ansia de hace unos momentos con su Amante le habían pertenecido a Él. Habían jurado que sólo ellos terminarían con su relación: cuando no hubiera nada más que hacer, se asegurarían de seguir siempre juntos...

El plan fue minuciosamente articulado, sabían dónde estar y qué hacer. Pronto acabaría; se cumpliría el juramento...

Un puñado de hojas cayó en torno suyo creando imágenes multicolores por la luz que se filtraba entre los árboles. Aspiró el aire frío; era tiempo ya; alzó la cara, envió un “perdón” a su Amante y un “hasta pronto” a Él antes de esparcir su cerebro en la corteza del roble...

- “Hasta pronto”-, respondió el hombre aún sentado en su sillón de terciopelo verde; admiró una vez más la vista del parque de los robles y suspiró. No esperó mucho, la puerta a sus espaldas ya se abría. Antes de que el Amante lo apuñalara, Él alcanzó a entregarle la novela; mentalmente le dio las gracias y deseó que entendiera...

"Hermanas"

En “La Señorita Cora” de Julio Cortázar observamos, además del punto de vista, el tono de la narración y también tuvimos que aplicarlo.


"Hermanas"
Por Andrea V. Arenas

Viéndola tumbada en la cama escribiendo en su diario, Rebeca pareciera la típica chavita de 14 años que se revienta con los amigos y todo. En realidad no entiendo qué tanto puede estar garabateando si siempre está rodeada de neonerds; según ellos se puede cumplir con tareas y obligaciones y al mismo tiempo pasarla bien, ¡ja!. Lo cierto es que esa puede ser una ventaja para ella en esta situación, bueno, no creo, yo soy la mayor, por un minuto, pero mayor al fin y al cabo. ¡Demonios!, ya está Renata criticándome como de costumbre. Claro, se siente muy segura por su minuto, ese condenado minuto que cada que puede me echa en cara para lucirse ante sus amigas y humillarme. Aunque esta vez no creo que le sirva de mucho porque la decisión no depende de ella. Además es una irresponsable, se la pasa enfiestada y qué facha: pelo morado, ropa deslavada y rota, uñas negras, zapatos de Frankenstein, ¡o sea!, me da vergüenza verme reflejada en ella, lástima que somos idénticas. ¡Cómo quisiera tener mi propio cuarto!, detesto cuando muerde la pluma mientras decide la mejor forma de “¡expresar sus sentimientos!”. Rebeca es una cursi de lo peor. Ha de andar por las nubes pensando en su Patricio, yo no podría nunca fijarme en un tipo como él; está guapo, nada más. Patricio es todo un galán, su cara me fascina, Renata jura y perjura que es un esperpento pero yo sé que en el fondo le gusta, lo que pasa es que ella insiste en hacerse la freak. Apuesto a que ahora mismo, desparramada en la cama con su ipod y el pie y la mano al parecer a ritmo de rock, en realidad está escuchando a Yahir o alguno de esos... ¿Y si pasara algo feo este fin de semana que no estarán mis jefes?, supongo que tendré que proteger a Rebeca, la pobre no sabría qué hacer. Es una buena bronca, pero no hay de otra, soy la mayor, es mi hermana y ni modo. De cualquier forma me pondré enérgica, de seguro ya había pensado en invitar a Patricio a la casa y “acomodar” las cosas para que la bese; creo que sería su primer beso. Me muero de ganas de ver la cara de Renata cuando sepa que yo me quedo a cargo, y después cuando le diga que no permitiré que haga la fiesta que ha de haber planeando. ¿Y si le vale y sus amigos hacen destrozos en la casa?, bueno, mis papás ya la conocen, yo sólo mediaría para que no la castiguen tan gacho, después de todo yo también me divierto con sus desmadres.

¿Por qué tarda tanto?... habría oído que nos llamaban si no tuviera el ipod con el volumen tan alto. ¡Ay, no! ¿La habrán dejado a cargo?, ¡por qué se queda ahí parada sin decir nada!, ¡ya, habla!, ¡escúpelo!...

- Renata, dicen mis papás que ya bajemos a cenar. ¡Ah! También dijeron que hoy llega la tía Estela, se quedará con nosotras todo el fin de semana...

"DesEncuentro"

Ya entrando en la recta final del taller leímos “El árbol” de Elena Garro para ver el manejo del punto de vista en la narración y elaboramos un cuento aplicándolo.

"DesEncuentro"

Por Andrea V. Arenas


En la sala, Mariana recordaba con el corazón en vilo su rompimiento con Santiago. Fue inesperado, una tonta discusión, una promesa incumplida.

No se habían visto en años y de pronto ahora, un sorpresivo encuentro en un centro comercial. Tantos momentos, tantas emociones...

“...Dónde guardo tu azúcar, tu sal / que me ha dado y robado de pronto la paz / dónde guardo, tantos años, tantos sueños / que no fueron más allá...”

- Teníamos tantos planes Santiago – dijo Mariana en un intento de reproche – el departamento, la boda, el viaje, no merecía lo que hiciste. Buscaste un pretexto estúpido para irte...

“... Corazón si acaso pudiera ser / Corazón si vuelve lo que se fue / Corazón desciende a mi lado...”

Continuaba ella escuchando, sopesando. Aún le dolía aquella época, apenas tenía 21 años, no alcanzaba a entender lo que había pasado. Santiago era voluble; pasaron momentos difíciles que la habían hecho dudar, entonces él hacía algo que demostraba que la amaba. Y sin embargo, la había abandonado...

“... Estamos solos otra vez / o siempre como en el principio / Dame tu mano, vuela conmigo...”.

- Cuando supe que en realidad te habías ido porque estabas enfermo y podías morir, traté de entenderte, pero hubiera preferido que me lo dijeras, que me hubieras dejado tomar la decisión... – resbalaban pesadas gotas por las mejillas de Mariana...

En ese momento le surgió una pregunta ¿por qué no la había buscado antes, en cuanto se supo curado?, al parecer hacía años que no había vuelto a padecer la enfermedad, en realidad hubiera sido fácil localizarla, incluso seguía viviendo en el mismo lugar...

“... Nunca es tarde para comenzar / No tengas miedo de volver a amar...”.

- ¡Cállate ya! – gritó Mariana arrojando un cojín al radio. Bruscamente se levantó del sofá, se enjugó las lágrimas y aventó la foto de Santiago sobre la mesa. Había decidido que al día siguiente no asistiría a la cita que había concertado con él.

Minificciones

Posteriormente la tarea fue realizar varias minificciones...

"Corazón"

Por Andrea V. Arenas

Julio despertó en un lugar que no conocía, tirado junto a un refrigerador nuevo. Apenas recordaba el inicio de la borrachera. Como pudo se levantó y salió a la calle. Era de madrugada y no traía dinero; comenzó a caminar zigzagueante hacia su casa.
En la penumbra un rudo sujeto le sorprendió cerrándole el paso; amenazante le exigió entregarle todo lo que traía. Julio vació mochila y bolsillos, se encogió de hombros y le obsequió una sonrisa al delincuente. Éste suspiró, hurgó en su pantalón y sacó un billete de 20 pesos que le entregó a Julio; el ladrón se marchó cabizbajo.

"Destiempo"

Esa mañana decidió que era el momento de buscarla. Emprendió el camino pensando en cómo le daría la gran noticia.
Por momentos le asaltaban las dudas, pero se daba ánimos recordando el tiempo juntos y la fuerza del amor que se tenían. Entonces la vio, vestida de blanco saliendo de su casa rumbo a la Iglesia.
Guillermo se quedó entonces ahí, parado, desvaneciéndosele la alegría. Ya no tenía caso darle la buena nueva de su reciente libertad. Ya no tenía caso, ahora los papeles se invertían, ahora era María la casada....

"Presunción"

Sintió el vaho frío del espectro en su cuello, erizándole hasta el alma.
- ¡Esta vez no!, ¡lárgate ente de mal agüero!, ¡no permitiré que te lleves a nadie más! – gritaba Ricardo; los ojos rojos casi saliéndose de sus órbitas...
La aparición daba vueltas en torno a la mesa, flotando, grisácea...
Ricardo se derrumbó en la silla, llorando, la cólera se transformó en súplica: “No puedo más, no soportaría su muerte, me has quitado a mi familia, sólo queda mi esposa, a ella no... por favor...”.
El doliente alzó la vista para continuar su ruego.
El rostro del engendro le sorprendió de frente; ladeó la cabeza y con una mueca burlona, se acercó a Ricardo y le robó el aliento...

"Desencanto"

Las luces y la música que emanaban del castillo podían percibirse a kilómetros de distancia. Esa noche la princesa Araceli elegiría a su esposo.
Enrique, uno de los aspirantes, se sorprendió al ver a apuestos jóvenes que hacían una larga fila esperando entrar al baile. Reparó entonces en uno que se marchaba molesto chupándose el dedo anular y le preguntó qué pasaba.
Indignado, el joven le respondió: “¡No sé a dónde vamos a parar! ahora resulta que la ‘Princesita’ quiere estar segura de que su próximo marido sea realmente de Sangre Azul”...
Enrique tragó salida y se retiró disimuladamente de la fila...

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En la marquesina del teatro se leía: “El Bello y la Bestia”, una adaptación del grupo Fuerza Antifeminista...

miércoles, 21 de enero de 2009

"Doblez"

En el siguiente encargo se nos entregó una serie de diálogos que tuvimos que contextualizar. Estos no podían usarse juntos, es decir, uno seguido de otro; ni tampoco podíamos agregar nuevos diálogos.

"Doblez"
Por Andrea V. Arenas

El hotel en el que se hospedaron no era lujoso pero sí reconfortante.

Eran casi las 6:00 de la tarde; el viaje no había sido muy largo.

- Rani, ya debe estar listo tu baño.

Escuchó el llamado mientras disfrutaba la vista desde el balcón.

- Sí, querido – contestó con disfrazado desdén.

Se quitó la bata y se metió en la tina. Sintió la necesidad de cerrar los ojos. Tenía que estar serena.

Jorge entró al baño y comenzó a rasurase; él ya se había duchado. Por el espejo vio a Rani; parecía relajada.

- Podríamos ir a tomar un trago al bar – trató de decir Jorge con naturalidad, pero se le cayó el rastrillo al darse cuenta que ella le observaba.

Al entrar al lugar, Jorge distinguió la mesa que debían ocupar y al sujeto de gafas polarizadas. Sin embargo, Rani entró decidida y se instaló en una contigua a la que le señalaban. De reojo observó la turbación de Jorge y cómo se acercó a uno de los meseros.

El camarero se aproximó y le preguntó si no preferiría tomar la mesa de al lado: en el lugar que había escogido podrían incomodarla con el paso constante de clientes.

- Lástima, se está bien aquí. Preferiría quedarme, si no le molesta – el empleado asintió con la cabeza y se retiró.

Jorge ya había pedido su whisky y volvió a preguntarle a Rani si quería tomar algo.

- Bueno, sí – le contestó ella que seguía cuidadosamente cada movimiento.

Ya con el tercer cigarro en curso, Jorge tiró la margarita aún sin probar de Rani y ella disfrutó al preguntarle qué le pasaba pues lo notaba nervioso.

- No es nada, después pasa....

Quiso aparentar tranquilidad, pero todo estaba saliendo mal. Jorge sabía que si no “entregaba” a Rani, como le habían ordenado, quien moriría era él. Y para colmo, desde el lugar en el que estaba no podía ver al que debía ser el verdugo: el de las gafas.

Un apagón de luz le aceleró el corazón; sintió la espalda húmeda; su sangre se derramaba tibia...

- ¿Qué fue eso? – preguntó molesto uno de los clientes cuando regresó la luz.

El gerente del lugar le respondió “Nada, nada...”, palmeándole la espalda.

Rani se levantó de la silla y volteó hacia la puerta. El hombre de gafas polarizadas la miró y asintió con la cabeza, ella imitó el ademán mientras veía la navaja entrar en el bolsillo del asesino de su esposo.

"Infidelidad"

El siguiente reto fue crear una atmósfera mediante acciones que fueran ocurriendo durante la historia.

"Infidelidad"

Por Andrea V. Arenas


Las risas sobrepasaban el umbral de la puerta.

Laura llevaba casi 20 minutos con la mano en la manija.

Decidiera lo que decidiera, lo perdería.

Veía su planta favorita a un lado de la puerta y aumentaba su resistencia a abrirla.

El sudor de la mano se extendió por todo su cuerpo.

Una oleada de recuerdos la golpeó hasta casi arrancarle el llanto.

Fue en este momento que sintió el jalón en la mano y vio salir a Armando, su esposo, despidiendo a Carmen, su hermana.

Laura juró, una vez más, que jamás volvería a dudar de Armando.

"Artemisa"

Este ejercicio se llama “germinar palabras” y consiste en escoger una letra del abecedario y escribir un relato con casi puras palabras que empiecen con esa letra. Yo elegí la “A”.

"Artemisa"

Por Andrea V. Arenas


Artemisa aparecía con su atípico atuendo y causaba algarabía. Su alias, análogo al de la artista, la hacía adquirir actitudes altivas.

Acostumbraba andar sobre la arena y se atiborraba de añoranzas que apresaba en acuarelas alucinantes.

A diario el amanecer la atrapaba con un anónimo amante. Se aferraba a adanes siempre ausentes, pero cuya anatomía afloraba asiduamente en su acervo mental.

Articulaciones almagres y atolondradas alteraban a aparentes amistades y autoridades del arte, quienes se alejaban, además, por las altaneras acotaciones de Artemisa.

Pero ella se alimentaba de sus aspiraciones y anhelos, así como de anécdotas asombrosas acontecidas sólo en su imaginación, hasta que acabó ausente, aturdida, creyendo ser la admirada pintora.

Aquellos que la aborrecían la han absuelto y en su aburguesada afición ahora aclaman como Abstracta la obra de Su Artemisa.

"Tradición"

Todavía como parte de la primera tarea, el mismo compañero me dio otras 10 palabras que le gustaban y éstas tuvieron que incluirse en un texto de horror.

"Tradición"

Por Andrea V. Arenas

El estío de la mañana entraba al ropero por una rendija. Horacio tenía brazos y piernas entumecidos, aún temblaba, pero no quería salir, no quería ver a nadie, estaba confundido y asqueado de sí mismo.

Fue sólo un momento, sin embargo, nada, ni el más mínimo detalle volvería a ser igual para él.

Recordó la noche anterior en la que mientras bordoneada por el patio arbolado, su madre intentaba sacarlo de lo que ella consideraba cerrazón y rechazo a su destino.

El gran clan le esperaba en el salón principal con todo listo para comenzar con el ritual.

Absorto en los argumentos que esgrimía su madre, sin darse cuenta se descubrió dentro de la estancia y con la víctima en la mesa, a la que ya habían hecho una pequeña incisión en la muñeca.

Su boca salivó al percibir el olor de la sangre. La cabeza le daba vueltas al escuchar las voces que al unísono le exigían llevar a cabo el sacrificio.

Todo bajo sus pies se movía. Sólo quería escapar y continuar su vida. Nunca imaginó que la tradición familiar de la que tanto se hablaba al cumplir los 18 años era en realidad aquella abominación.

No podía más. La ira se apoderó de él y con ella surgieron los colmillos.

Se arrojó sobre la herida y mordió y succionó hasta quedar hastiado; por un momento frugal saboreó la ambrosía de la vida, hasta que horrorizado vio la expresión inerte de su padre salpicada por un rocío de sangre, de su propia sangre...

Su madre le palmeó la espalda, le besó la mejilla y le recordó que debía prepararse para cuando tuviera sus propios hijos, pues tocaría a ellos preservar la tradición...

"Iniciación"

En este primer trabajo del taller de Creación Literaria, un compañero me dio 10 palabras que No le gustaban y debí integrarlas en un texto erótico o de amor.

"Iniciación"

Por Andrea V. Arenas


Karla se despertó esa mañana con la certeza de que sucedería.

Tomó sus libros del buró y salió casi corriendo. Habían quedado de verse cerca de la escuela.

Al dar vuelta a la esquina caminó perdida en los ojos negros de Eduardo enmarcados con largas pestañas, y lo supo: él sentía lo mismo.

Sin decir palabra se dirigieron al parque que está sobre la estación Juárez. Ahí, bajo un álamo, ella asintió cuando, sin ambages ni jactancia, Eduardo le hizo la propuesta.

Llegaron al Motel LOR. Ella esperó en el estacionamiento en tanto él partió a cumplimentar los requisitos para conseguir la habitación.

Cara a cara inhalaron su propia respiración hasta que el beso les aceleró. La blusa tejida a cuadros rosas y blancos cayó, al igual que la camisa blanca y los pantalones negros de ella y los grises de él.

Tendidos en la cama, Eduardo anduvo por su cuerpo con manos ansiosas pero precisas, creando una nueva cartografía de Karla.

Entre el mar de conmociones le sintió firme y la maldita idiosincrasia familiar le desplegó posibles consecuencias; fue sólo un segundo pues reencontró su mirada y la vio alejarse bajando hasta que se zambulló en los secretos que él le musitaba en la entrepierna mientras sus manos le acariciaban los pechos.

Con los ojos cerrados, su lengua susurrante la llevó por un mar picado y al romper la ola más alta cayó por un vacío que le hizo trepidar con escalofríos centelleantes que le impidieron acallar un gemido.

Reconfortada en sus brazos, lo admiró desnudo y acarició su sexo aún erguido. Le pidió que la guiara. Él buscó su boca y posó su mano sobre la de ella indicándole el movimiento, suave. Ella continuó hasta que le sintió sacudirse intermitentemente.

Permanecieron tumbados, tomados de la mano.

Un parco golpeteo en la puerta estuvo a punto de convertir en un deyecto el final de la travesía; sin embargo, Eduardo volvió a trastocarla con un abrazo y un beso apaciguado, pero sobre todo con la mirada que le regaló mientras le acariciaba el pelo y que le ofrecía todavía más, mucho más por descubrir...

"El Baldío"

Con “El Baldío”, también de Augusto Roa Bastos, cerramos con broche de oro el curso de Lectura Analítica.

LA REPISA

Por Andrea V. Arenas

Convertida en su sombra entro con él en “El Baldío”. Imperceptible en la oscuridad pero siendo aún uno, tiramos y jadeamos.

Olemos: con la mano intentamos alejar de la nariz la fetidez dulzarrona del lugar.

También oímos: cuando nos detenemos un poco para recobrar fuerzas y seguir jalando alcanzamos a percibir el apagado rumor de la ciudad.

Los faros de un auto nos separan por un instante y le veo lanzarse con temor al suelo junto a la carga para no ser descubierto.

De nuevo en pie acomodamos el bulto para marcharnos, no sin antes arroparlo con basura.

Creyendo la tarea concluida, nos pasamos el brazo por la frente regada de sudor.

Escuchamos algo extraño.

El fogonazo de un relámpago vuelve a separarnos y le observo arrodillado buscando, titubeando, queriendo huir...

Abandonada en la oscuridad le distingo alejándose casi corriendo, aligerado de carga y con la esperanza en brazos.

"Encuentro con el traidor"

Para terminar leímos también dos cuentos de Augusto Roa Bastos.

Aquí la entrega correspondiente a “Encuentro con el traidor”.

LA REPISA


Por Andrea V. Arenas


Les sigo de cerca desde el puesto de periódicos. Sé que se han reconocido.

Paso a paso voy conociéndolos. Diferentes caras de una misma moneda: la guerra.

Cada uno analizando al otro. El uno sabiendo los motivos del otro. Y el otro dando rienda suelta al odio acumulado durante tantos años.

Habían estado muertos y de pronto resucitan.

Ninguno se ha percatado de mi presencia. Me aproximo un poco más, no demasiado.

Los compañeros de ideales se separaron hace 30 años. Uno aceptó seguir viviendo como un infame, mientras el otro ha vivido esperando este preciso momento para cobrarse.

Ya a más corta distancia presencio el encuentro y me desarmo a la par que el rencoroso.

De pronto el otro voltea hacia mí y su media mirada me revela la verdad y me hace cómplice y amiga.

Sólo él y yo sabemos el secreto, y aunque me asalta la idea de revelarlo, es entonces cuando comprendo que pese a ser el personaje de un cuento nunca podría traicionar su confianza.

martes, 20 de enero de 2009

"La gallina degollada"

El otro cuento de Horacio Quiroga fue "La gallina degollada".

LA REPISA

Por Andrea V. Arenas


No hay nada más horrible que el desdén hacia la pareja y la indiferencia y repulsión para con los propios hijos, al menos eso creía yo hasta que leí “La Gallina Degollada” de Horacio Quiroga.

- Me parece que podrías tener más limpios a los muchachos...

- Es la primera vez que te veo inquietarte por el estado de TUS hijos...

Así comenzó la debacle entre Mazzini y Bertha, pese a que hasta ahora la fatalidad más bien los había unido.

A los catorce meses de casados tuvieron su primer hijo, pero al año y medio sufrió de convulsiones y quedó idiota.

Con renovada esperanza decidieron tener otro bebé, sin embargo, corrió la misma suerte que el primero y cayeron en honda desesperación, creyendo que su sangre, su amor, estaban malditos.

En un loco anhelo de redimir su cariño recibieron a los mellizos; la mala fortuna volvió aterradora.

Por fin arribó al seno familiar una niña que esquivó la maldición de sus hermanos mayores, quienes fueron arrojados al negro olvido.

Babeantes pasaban el día sentados en el banco del patio, mirando el cerco de ladrillos con sus ojos estúpidos y haciendo fiesta en cada puesta de sol...

La sirvienta los vestía, les daba de comer y los echaba a dormir. Cuando oían truenos y veían colores brillantes, sobre todo el rojo, se reían radiantes de frenesí bestial.

Los idiotas lograron aprender a caminar, aunque chocaban con todo, y adquirieron cierta facultad imitativa... por suerte no se pudo obtener nada más...

"El Hombre Muerto"

De Horacio Quiroga sólo leímos dos cuentos, pero qué cuentos....

El primero fue "El Hombre Muerto".


LA REPISA

Por Andrea V. Arenas

¿Por qué no hemos detenido?, no es esta la rutina diaria, es decir, todo sigue igual excepto él...

¿Por qué se ha tendido en la gramilla?, ¿y su machete? él parece muy confundido...

¿Por qué se mueve tan extraño?, ¿qué es lo que intenta ver?, percibo resistencia y perturbación... El sol está casi en el cenit, pronto serán las 12:00...

¿Por qué insiste en seguir ahí tumbado?, ya ha pasado silbando el muchacho del caballo, como todas las mañanas, y él sólo ve con añoranza su casa y su bananal...

¿Por qué estamos recordando así?, el sol cae a plomo; le reconozco sus habilidades para el trabajo del campo y el manejo del machete...

¿Por qué entristezco?, comienzo a entender y le observo con conmiseración. Le siento cansado, en paz, pero desligado...

¿Por qué sigo aquí?, ¿acaso siento respeto, tal vez temor?, ambos escuchamos el llamado acostumbrado a esta hora; para mí tan claro, para él tan lejano...

¿Por qué me siento tranquilo aunque ya no le distingo?, “El hombre muerto” es ahora un bulto, y yo, Malacara, por fin puedo seguir mi camino.

"El Ensalmo"

Después de varios meses sin actualizar el blog, ahora lo retomo completando primero lo que faltó del curso de Lectura Analítica.

Esta sería la última entrega de los cuentos de Arturo Uslar Pietri: “El Ensalmo”.


LA REPISA

Por Andrea V. Arenas


En medio de la noche brutalmente interrumpida por ráfagas de luz, logro distinguir a un hombre, no sé en dónde estoy, pero sé que se llama Pedro y que es doctor.

Entre un fogonazo y otro, alguien pide ayuda. Una mujer blanca y con el pelo casi rojo está peligrosamente cerca...

Otra vez los gritos. Es el doctorcito. El relámpago ilumina de pronto y nos sorprenden unos ojos fosforescentes

Volteando de un lado a otro buscamos una explicación pero el miedo no nos deja pensar; aparece el indio Juan Luis entre la selva; la lluvia sigue cayendo; ya no veo a la mujer, pero siento su presencia.

Aliento hediondo y colmillos de tigre nos acechan; el agua me ciega; Pedrito se va, ha cambiado...

Sobresaltada me descubro en cama, temblando y empapada de sudor... de mi mano caen unas hojas enmarañadas...

Alguien me ofrece una taza humeante... reconozco a mi suegra que intenta sonreír gentilmente mientras me insiste con el brebaje...

Las hojas en el piso anuncian “El Ensalmo” y entonces recuerdo la lectura del cuento de Arturo Uslar Pietri...

Tocan a la puerta... ¡qué bendición!... mi suegra va a abrir mientras yo derramo “accidentalmente” el contenido de la taza...

No es que yo crea en ensalmos y cosas de esas, pero...